Cuando apenas contaba diez años, recuerdo que mi madre me llevo por primera vez al cementerio, era el día de Todos los Santos, mis hermanos mayores y yo la pequeña por aquellos entonces. Ante mí, una impresionante reja negra muy grande, abierta de par en par, mi madre me cojió de la mano; ¡ No te separes de mí, me dijo ! Yo apreté, aún más mi pequeña mano a la suya. Recuerdo, la gente, que iban y venían cargadas de flores, grandes ramos en los brazos, yo con mi mano a la de mi madre, andabamos por las calles del cementerio, era como si fuese un pueblo, calles, lápidas en las paredes, en el suelo, farolas, un pueblo silencioso, cipreses altos rodeaban el lugar..... Recuerdo aquel olor a flores, rosas, claveles, azahar, jazmines, tulipanes , el olor a velas que iluminaban con una tenue luz dentro de unos farolillos al lado de cada lápida. Por fin llegamos a nuestro destino, la lápida de mi abuela materna, en la tierra, fria con sus flores, con sus farolillos y silenciosa allí descanzaba mi abuela, dos lágrimas cayeron de mis ojos...... Recuerdo cuando me cojía mi abuela en brazos y me cantaba para dormirmé, y ahora era ella la que dormía para la eternidad, que es solo lo que sigue y comunica con lo terreno... Recuerdo que cuando salí de aquel lugar extraño, le pedí a mi madre que me llevará cada año, cada uno de noviembre. Y ahora en el presente soy yo quién llevo a mi madre cojida del brazo, al pueblo santo, pueblo silencioso, pueblo donde se vive para la eternidad, el pueblo de los nombres letras del amor, con olor a flores. P.D. Recuerdo a mi abuela. Abuela ahora soy yo quien canta a mis hijas para dormirlas, algún día yo también dormiré para la eternidad. P.M